19 noviembre, 2009

La capa. Ezra Pound (1885-1972)

¿Guardas tu rosa intacta
hasta que pase la primavera?
¿Es que esperas el beso de la muerte?
¿Crees que en la tumba oscura
hallarás un amante
mejor que yo ? No te echarán de menos
las rosas nuevas.
Cúbrete con mi capa y no del polvo
que cubre lo pasado.
Ten más miedo del tiempo
que de mis ojos.

26 octubre, 2009

Los poetas (Azorín)

Contemplemos imaginariamente a un poeta; este poeta es Rilke o es Verdaguer. Siente hondamente la poesía; la poesía mana en su cerebro, en toda su personalidad, como el agua en un surtidor; aunque pusieramos la mano en un surtidor, en un manadero, en el caño de una fuentecita fluente -muchas veces lo hemos hecho-, el agua, sin poder reprimirse, se escaparía por entre nuestros dedos. El poeta que estamos imaginando siente, vive, se produce en todos los momentos en poesía. La realidad exterior es para él material continuo de poesía; ve esta realidad, no prosaicamente como los demás mortales, sino en pura, prístina, delicada poesía. Para ver así la realidad, el poeta tiene que vivir entregado a sí mismo. Durante la adolescencia, tal vez la forma, la luz, las líneas, las apariencias de las cosas, dominen el espíritu de esas mismas cosas.

No importa, no importa por ahora. Con esas líneas, ese color, esas exterioridades de la realidad, se pueden también tejer bellos poemas. La realidad cantará ella sola, espléndidamente, en los versos del poeta. Pero ¿no pasa el tiempo? ¿No sigue su curso eterno, inexorable, el universo con las cosas contenidas en él, con el color, con la línea, con la forma? Ya los ojos del poeta van viendo la realidad de otro modo; un ceño ideal -melancolía, duda, decepción- se muestra en la frente del elegido; el gesto de sus manos es más lento. El poeta se va concentrando sobre sí mismo. Y al mismo tiempo va surgiendo en él una sensación extraña, una vaga aprensión que antes no tenía. Al principio, el poeta casi no se da cuenta. Sí, es eso; una vaga aprensión. Pero ¿aprensión de qué? Ante la blanca cuartilla, el poeta se ha detenido un momento. No se había detenido nunca antes de este momento; siempre su pluma había corrido ligera, rauda. Y ahora... El mundo exterior, la forma, la luz, ¿tendrán la importancia que el poeta les da? Si aprisionamos todo esto en bellos versos, ¿todo esto no será un poco vano, en resumen de cuentas? Detrás de las formas externas existe otra cosa; aprisionar ese algo misterioso no estan fácil como expresar la luz, la forma y el color. Intentamos recoger en las cuartillas un poco de ese espíritu misterioso. El poeta ahora, en este instante, se siente con fuerzas para ello; su vocabulario se prestaría fácil, dúctil, a la empresa. Las tentativas suceden a las tentativas; el poeta va perdiendo la serenidad del comienzo. La vaga aprensión de que hablábamos antes se convierte en miedo. Sí, en miedo. En la continua meditación, esta realidad, que al principio encontrábamos tan espléndida, vivaz, desbordante de vida, ha ido convirtiéndose en una enemiga nuestra. El poeta lucha por recoger, prender, aprisionar en sus versos un poco del espíritu de las cosas; pero la realidad externa es tan visible, tan manifiesta, tan fuerte, que se sobrepone a todo.

Y en este punto el poeta pierde el dominio de sí mismo; comienza a dudar de sí propio. Entregado a sí mismo, en su meditar constante, las cosas han adquirido unas proporciones que para los demás mortales no tienen. Los sentidos todos del poeta han ido adquiriendo una sensibilidad excepcional; ve el poeta en el mundo, entre las cosas, relaciones misteriosas, profundas, que los demás no perciben. Todo se agranda, se agiganta para el poeta; incidentes que para los demás son desdeñables, simplemente ingratos, son, para el ser elegido por las Musas, intolerables, dolorosísimos. Se refugia el poeta en el mundo del espíritu; se entrega a sí mismo. Pero entregarse a sí mismo, sin prescindir de los demás, es empresa imposible. Poco a poco, buscando la soledad, va apartándose el poeta del mundo; limita sus amistades, evita el encontrarse en los concursos y congregaciones humanas. De este modo, la realidad brusca, áspera, brutal, tendrá menos influencia sobre él; la esencia de las cosas podrá por él ser mejor aprisionada. Pero, por otro lado, a medida que el espíritu propio, la esencia de su personalidad vive más aislada del mundo exterior, del trato de las gentes, el miedo a perderse a sí mismo, a perder su personalidad, va siendo más profundo, más intenso. Sí, el mundo externo, la realidad, puede robarnos nuestra personalidad; puede llegar un momento en que, ante las cuartillas, no sintamos ya aquella divina emoción que sentíamos antes; no se dará este hecho doloroso de pronto; se producirá poco a poco. ¿Por qué hoy hemos rasgado una cuartilla, y después otra, y luego otra? ¿No escribíamos antes de corrido, alegre y voluptuosamente? ¿Somos nosotros mismos quienes escribimos ahora, o es otro distinto de nosotros?

En la aprensión, en el miedo del poeta, el factor del determinismo material es lo de menos; él sabe, sí, que el espíritu está influido por la materia. Pero existe para él otro mundo más alto, más sutil, de relaciones entre las cosas. No entra el poeta en análisis filosóficos, científicos, de estos fenómenos extraños. Lo esencial es que él percibe cada día, cada hora, cada minuto, que la realidad, la materia, la tosquedad del trato humano, las palabras rudas de amigos y conocidos, los gestos violentos, entran ahora en su espíritu con más fuerza que antes. Y enran con más fuerza, con más ímpetu, porque su sensibilidad, con el continuado laborar, con el constante hábito de las cuartillas, es más aguda, más terriblemente aguda, que antes. Y él percibe claramente, dándose cuenta del hecho, como un enfermo que se diese cuenta de su enfermedad y de su fin próximo; él percibe con claridad que, al tener la entrada libre en su ser la rudeza, la grosería, la violencia ambiente, será difícil, cada vez más difícil, la permanencia en él de lo fino, lo selecto, lo delicado. En suma, su personalidad se irá perdiendo. Ya no será el mismo que era antes. Lo que hacía su persona precisamente lo ha perdido. Por ser más sutil, más sensible, más delicado que los demás, va a tener una penalidad, un castigo que no tienen los demás. La realidad externa, brusca, gruesa, ruda, entrará en esta personalidad, debilitada por la meditación, con más fuerza que en otras.

Y el poeta siente un miedo terrible, angustioso. Y para evitar el mal inevitable, restringe más el círculo de su vida, se encierra más en sí mismo, hace su soledad más densa. Y este remedio que él busca se vuelve contra él. Pero ¿podía este ser sensitivo, mórbido, hacer otra cosa? Si se lo propusiera, ¿podría volver de pronto, como recurso heroico, al estrépito, a la vorágine ruidosa, al comercio frívolo y brutal de los humanos?

No, no podría; para él no hay ya esperanzas; no tiene más remedio el poeta que ir, cada día más, hundiéndose en la soledad, huyendo de las cosas, tratando de evitar heroicamente, con esfuerzos íntimos y trágicos, este posesionarse de su espíritu que la realidad exterior intenta.

Y éste es uno de los aspectos de la tragedia de los grandes poetas.


Extraído del libro "ANDANDO Y PENSANDO (NOTAS DE UN TRANSEÚNTE) 1929" Capítulo XX "Los poetas"

22 septiembre, 2009

LA POESÍA: EXPLOSIÓN DEL SER POR DEBAJO DEL LENGUAJE Roberto Juarroz

Vivo el poema como una explosión del ser por debajo del lenguaje. Descubro aquí cuatro elementos básicos: explosión, ser, lenguaje y debajo. Podríamos acercarnos a ellos diciendo lo anterior de otro modo: el poema es la expansión abrupta de una realidad fundamental que se genera a través de las posibilidades subyacentes de la expresión verbal y no sólo por medio de la su capacidad significativa inmediata. [...]

Me apasiona la fuerte humanidad de una búsqueda de esta clase, su desafío a las normas y los estereotipos, la densidad de nivel donde se gesta la lucha por la expresión, la intensidad del buceo en las zonas más olvidadas y sin embargo más vivas de lo real, la simbiosis profunda de todas las proyecciones simbolizadoras, la paradójica complementariedad y hasta sincronicidad de lo espontáneo y lo reflexivo, lo dicho y lo no dicho, la victoria y el fracaso, lo esperado y lo inesperado, lo posible y lo imposible, lo uno y lo otro.

Me subyuga el amor que se funda y sustancia en estos espacios vivos y la libertad radical de ese amor, que ya no hace distingos entre expresarse y comunicarse, entre soledad y compañía, entre ausencia y presencia, entre voz y silencio, entre amar y pensar, entre todo y algo. La palabra transfigurada de un hombre solitario puede recoger allí, por abajo, el gesto misterioso y absurdamente magnífico de la humanidad. La poesía puede entonces proyectar ese gesto y abolir en un acto de amor la distancia entre el hombre y los objetos, entre el hombre y la naturaleza, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y la muerte. Más que un vacío, esas distancias son el músculo al que es posible dar vida con el nervio de la visión creadora, con el tatuaje inusitado de la palabra en función y explosión de ser, para mover así el mundo. La realidad está donde queremos que esté, donde somos capaces de engendrar una forma.

En el corazón de mi poesía está la creencia en que el pensamiento es más concreto que todo el resto de la materia del mundo. Por eso, en el corazón de mi poesía hay también un rostro.

Toda vida es sólo un amago, el anuncio o comienzo de un gesto. También la poesía es un amago, pero su ademán permanece, como si fuera algo más. El hombre y su lenguaje empujando implacablemente sus límites, desvestidos de todo cuanto no sea límite, desvistiéndose de aquello que ahora lo es. Suprema afirmación, es también lo más cercano a la suprema negación. La grandeza concreta de la poesía, como la de la vida, consiste en no estar hecha. Un salto siempre más allá, el salto que nos hace posibles.



Nota de Ángel Ros: Este texto fue publicado como prólogo a Poèsie verticale (Recontre, Lausanne, 1967). Puesto que se trata del prólogo a una antología bilingüe, se publicó ahí solamente en su versión francesa. La versión en lengua española apareció en la revista Actual (año. 1, n. 2, Universidad de los Andes, Mérida, mayo-agosto de 1988, pp. 121-123), como complemento de un artículo de Ludovico Silva, “Decir de lo indecible: poesía vertical de Roberto Juarroz”, luego reproducido en Roberto Juarroz: Poesía y creación. Diálogos con Guillermo Boido (Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1980), de donde he tomado estos fragmentos (el título que aparece aquí es mío).

PÁGINA DE HOMENAJE A
ROBERTO JUARROZ
www.robertojuarroz.com

03 septiembre, 2009

"El camino no elegido" de Robert Frost y la conciencia del cambio como actitud filosófica

Dos caminos se bifurcaban en un bosque amarillo,
Y apenado por no poder tomar los dos
Siendo un viajero solo, largo tiempo estuve de pie
Mirando uno de ellos tan lejos como pude,
Hasta donde se perdía en la espesura;

Entonces tomé el otro, imparcialmente,
Y habiendo tenido quizás la elección acertada,
Pues era tupido y requería uso;
Aunque en cuanto a lo que vi allí
Hubiera elegido cualquiera de los dos.

Y ambos esa mañana yacían igualmente,
¡Oh, había guardado aquel primero para otro día!
Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante,
Dudé si debía haber regresado sobre mis pasos.

Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.




La conciencia del cambio como actitud filosófica

Por Gonzalo Valdivia Dávila, en 2 de Diciembre de 2008

Robert Frost (1874-1963) es un poeta modernista norteamericano que tuvo presente la filosofía y la sencillez en su poesía. Frost busca expresar verdades inmutables en su poema El camino no elegido, ya que está reflexionando sobre las leyes del cambio en la naturaleza. Este poema sigue el postulado de Heráclito de Efeso de que nadie se baña dos veces en el mismo río, porque este cambia y sus aguas están en movimiento. Además quien regresa del río también cambia por esta ley inmutable.

El poeta pasea en el bosque, tiene la opción de escoger dos caminos en una bifurcación de la senda. Elige el menos transitado, pero piensa en las posibilidades que le hubiera deparado tomar el camino no elegido. Es conciente de la diferencia, de que esta elección se perpetúa hasta la eternidad en causalidades muy sutiles que no afectan mayormente el devenir de las cosas pero que sí son captadas por su sensibilidad. El poeta concluye que habría tomado cualquier camino, pues se veían similares esa mañana.

La influencia de Heráclito: Heráclito postuló la ley del cambio, planteó un relativismo en el espacio que consideró sujeto a influencias mínimas de una serie de decisiones que interactúan entre sí y producen efectos de toda dimensión. Robert Frost tuvo que elegir en su vida dejar el camino de la abogacía en 1899, por motivos de salud; esta elección le valió volverse poeta y conocer amigos escritores de renombre como Ezra Pound. La vida para el poeta es una toma de decisiones que repercuten a la larga.

Frost piensa que el camino descartado podrá tomarlo otro día, el camino que toma es tupido, requería uso, es como si el se sintiera destinado a hollarlo para actualizarlo como camino en el universo. En un momento se siente tentado a caminar hacia atrás para regresar al camino desechado, pero eso habría sido un esfuerzo inútil en una vida que de todas maneras le impone decidir.
Si todo cambia, el camino que no usó hoy también cambiará mañana, pero estará en el mismo lugar que el identifica y reconoce parte de su experiencia vital. Esta ley del cambio de Heráclito tiene que ver con la ley del efecto mariposa, de la posibilidad de consecuencias impensadas en un proceso minucioso de causalidad. Se piensa en el constante fluir de los elementos del cosmos, donde la permanencia es una ilusión y las acciones que tomamos condicionan nuestro fluir hacia algo último.

La responsabilidad de la elección: Todos los días tenemos que decidir entre lo bueno y lo incorrecto. Las consecuencias de nuestros actos son nuestra responsabilidad, la marcha atrás es un desperdicio de energía, por eso se necesita ponderar las decisiones trascendentales. Con todo respeto por la carrera de Derecho, yo también la dejé para ser literato y egresar en ella, las mieses recogidas por mi verdadera profesión hacen imposible que me arrepienta de mi decisión.
Un camino de vida responde a nuestra verdadera esencia, a nuestro ethos, nuestra razón de ser, nuestro modus vivendi y modus operandi. Una elección forzada o contraria a nuestra naturaleza y personalidad es una negación de nuestro yo. Las elecciones importantes deben ser pensadas, sin embargo las decisiones banales como elegir un camino por el cual transitar como acción rutinaria son momentos que nos permiten libertad y espontaneidad para escapar de la rutina.
Sólo cuando el camino es trascendente, no hay forma de dar marcha atrás sin haber experimentado un cambio. La vida es un acumular experiencias y conocimientos, de modo que el rol que una persona siguió en su etapa formativa podrá ser abandonado y cambiado pero siempre condicionará el ethos por la suma de puntos de vista y papeles desplegados en la trayectoria vital. El cambio es un sistema para acrecentar variables, acumular puntos de vista y análisis y modos de proceder.

La elección del camino más difícil: Frost eligió en su vida el camino del arte, mucho más arduo y menos recorrido por el común de la gente. El ya sabía como era el derecho en tanto carrera, ya no lo continúo otro día aunque sabía que era predecible. “Aun sabiendo el modo en que las cosas siguen adelante”, hubiera prefigurado su vida con facilidad de continuar para abogado; mientras lo que siguió en la literatura era difícil de vislumbrar, pues el futuro implica constante movimiento.
Las recompensas de la literatura no están en el éxito comercial, ni en ganar litigios, lo único que se vence es la tendencia a emplear el lenguaje común para hacerse dueño de un hablar elevado. La conciencia de seguir el camino del arte no supone el desprecio hacia otras profesiones, pero sí la certeza de estar en el oficio que impone más azares y sacrificios para recoger el fruto de la producción literaria. En las letras no todo es el reconocimiento público, es gratificante sí, pero consecuencia del camino elegido.
Frost está en un bosque cuando se bifurca su camino, está recordando su juventud ante la disyuntiva que se le planteó entre las leyes y las letras. El bosque es el espacio ideal para el arte, se lo puede transitar con un leve estado de conciencia, o se puede penetrar en sus caminos ignotos para profundizar en su misterio. El camino no elegido será un simple recuerdo de lo que pudo ser y no se realizó, guardándolo como referente de evocación para su poesía.
Conclusión: Frost poetiza sobre las decisiones trascendentes de la vida, ocultas bajo la aparente cotidianeidad, pero que repercuten en nuestro destino, condicionando nuestro ethos o ayudándonos a potenciarlo. El arte es la más significativa decisión, pues se asume el gozo estético y también el sacrificio que requiere el dominio de la técnica, la asimilación de un lenguaje depurado, la dedicación a aprender misterios trascendentes para luego comunicarlos, el arte difícilmente tiene marcha atrás.

La decisión del poeta de seguir el camino del arte implica una conciencia de la realidad circundante, su pasado, presente y futuro con todas sus potencialidades de expresión, ya que está atento al cambio en la naturaleza, en su ethos y en el arte que ha venido dominando a costa de innumerables sacrificios y vuelcos en la vida.

03 agosto, 2009

The excursion - Prospecto, de William Wordsworth

La excursión

Prospecto

«Cuando medito a solas en el hombre,
en la naturaleza, en esta vida,
veo alzarse ante mí series de imágenes
que acompaña un resquicio de delicia
pura, sin mezcla de tristeza. Y soy
consciente de afectuosos pensamientos
y de gratos recuerdos que sosiegan
el alma que desea sopesar
el bien y el mal en nuestra condición.
A estas emociones -sobrevengan
por una circunstancia sólo externa
o de un impulso propio del espíritu-
quisiera dedicar copiosos versos.
Verdad, amor, belleza o esperanza,
miedo o nostalgia por la fe domados,
palabras de consuelo en la tristeza,
fuerza moral, poder del intelecto,
alegría esparcida por el mundo,
espíritu del hombre que mantiene
su ascético retiro, solamente
sujeto a la conciencia y a la ley
suprema de aquel Ser que todo rige,
esto canto. ¡Que encuentre mi auditorio!»

Así rezaba el bardo en su sagrado
arrobamiento. «¡Urania, necesito
la guía de una musa, si es que hay tales
y la tierra o el alto cielo habitan!
Porque he de fatigar oscuras simas,
hollar profundidades y otros mundos
para los que el Azul no es más que un velo.
Ningún terror o fuerza indescriptible
que haya cobrado jamás una forma,
el mismo Yahvé, su trueno y sus ángeles
canoros en los tronos del Empíreo,
ninguno temo. Ni siquiera el Caos
ni el más oscuro pozo del Erebo
ni el vacío insondable que los sueños
escrutan, me provoca este temor
que cae sobre nosotros al volvernos
hacia el alma del hombre, mi obsesión
y región principal de este mi canto.
La belleza -presencia de la tierra
que supera las más hermosas formas
que el arte haya compuesto con materias
terrenales- vigila mi trayecto,
prepara el campamento mientras ando
y me sigue de cerca. Paraísos,
Campos Elíseos que en el Atlántico
se buscaban antaño ¿por qué deben
ser sólo crónica de un mundo extinto
o una mera ficción, jamás reales?
Porque cuando el intelecto del hombre
Desposa este universo de hermosura
con amor y pasión, los halla como
un hecho cotidiano cualquier día.
Antes de la hora definitiva
cantaré solitario la alegría
de este gran desposorio y, con palabras
que tan sólo refieren lo que somos,
despertaré al sensual del mortal sueño
y al vacuo y vanidoso propondré
nobles empresas, mientras mi voz canta
con qué delicadeza el alma humana
(quizá también las mismas facultades
de la especie en conjunto) se conforma
a este mundo exterior; y al mismo tiempo
-tema éste olvidado por los hombres-
cómo el mundo se adecua al alma humana.
También he de cantar la creación
-no merece otro nombre- que esta unión
puede alcanzar: es éste mi argumento.
Con estos mis propósitos, si a veces
me vuelvo hacia otra parte -con las tribus
y pueblos de los hombres, donde abundan
recíprocas pasiones de locura,
oigo a la Humanidad cantar su angustia
en los campos, o rumio la tormenta
del dolor, refugiado ya por siempre
en la ciudad- que suenen estos versos
ante oídos benévolos y yo
no sea despreciado ni abatido.
¡Desciende, aire profético que inspiras
al alma con la voz del universo,
soñando el porvenir, y que posees
un templo en los henchidos corazones
de los grandes poetas! Vierte en mí
el don de la visión y que mi canto
brille con la virtud en su lugar,
derramando benéfica influencia
segura de sí misma y siempre a salvo
del efecto fatal que nos envían,
desde el mundo inferior, las mutaciones
que acechan a lo humano. Y si con esto
mezclo asuntos más bajos (el objeto
contemplado y la mente que contempla,
el qué y el quién, el hombre transitorio
que tuvo esa visión, el cuándo, el dónde
y cómo fue su vida) no habrá sido
en vano esta tarea. Si este tema
roza objetos más altos -¡pavoroso
Poder cuyo favor es la semilla
de la iluminación!- que mi existencia
sea imagen de un tiempo más perfecto,
maneras más sencillas, más juiciosos
deseos. Nutre mi alma en libertad
y puros pensamientos: sea entonces
tu amor mi guía, alivio y esperanza.


Versión de Gabriel Insausti

30 julio, 2009

W. H. Auden - OTRO TIEMPO (dos poemas)

CAPITAL

Barrio de placer donde los ricos están siempre esperando,
esperando costosamente que ocurran los milagros,
restaurante de luz tenue donde los amantes se comen el uno al otro,
café en que los exiliados constituyen un pueblo malicioso:

Con tu encanto y tu aparato has abolido
la severidad del invierno y el impulso de la primavera;
lejos de tus luces el agraviado padre punitivo,
la mediocridad de la simple obediencia es aquí evidente.

Y así con tus orquestas y miradas, en seguida nos entregas
a la fe en nuestras fuerzas infinitas; y el inocente
pecador que no cumple cae pronto
víctima de las invisibles furias de su corazón.

En calles sin luz escondes lo espantoso;
fábricas en que las vidas son hechas para uso temporal
como collares o sillas; cuartos en que los solitarios,
lentamente y a golpes, son moldeados hasta formas casuales.

Pero el cielo que iluminas, tu resplandor, es visible desde lejos
en el oscuro campo, enorme y frío,
en donde, insinuando lo prohibido como un tío malévolo,
noche tras noche atraes a los hijos del campesino.


EL NOVELISTA

Metido en su talento -un uniforme-
se sabe siempre el rango del poeta:
nos pueden asombrar como tormentas,
o vivir solos, o morir tan jóvenes.

Arrasan como húsares; pero él
lucha contra su don pueril y aprende
a ser poco atractivo, arduo, ése
a quien la gente ni se gire a ver.

Pues su objetivo mínimo le exige
que llegue al mayor tedio y se someta,
entre otros, al mal común de amores.

Justo entre justos, vil entre los viles,
en su débil persona él acarrea
sordamente los males de los hombres.


Extraídos de OTRO TIEMPO W. H. Auden Versión y prólogo de Álvaro García. Editorial PRE-TEXTOS Colección "La cruz del sur"

OTRO TIEMPO, publicado en 1940, es un libro de transición entre las dos etapas del poeta, que aquí implica su verso en un orden verbal contra las tiranías, políticas o no. Desde una convicción de que la poesía no puede cambiar las cosas, expresada en el intenso poema "En memoria de W. B. Yeats", este libro presta irónica voz a los fascismos y canción sin ironía a los perseguidos por Hitler -como su amigo el dramaturgo Ernst Toller, que se suicidó una vez a salvo, en el exilio- y a todo el dolor humano de un tiempo que, al cabo de medio siglo, no es tan otro como querríamos. Una impecable técnica, que es algo más que métrica, y una transparencia en la que no se habla de un hombre, sino del hombre, hacen de OTRO TIEMPO un libro brillante y necesario, clásico por vivo y, en suma, magistral.

W. H. Auden (York, 1907 - Viena, 1973) es, sin duda, uno de los mayores poetas del siglo XX. Tanto en su etapa inglesa, izquierdista y de poemas vigorosos, claros, breves y llenos de encanto, como en una segunda, estadounidense, en la que amplía el poema en extensión y en pensamiento o miras religiosas -dos etapas que tienen en común la elegancia de su técnica y el frecuente sentido del humor-, Auden fue un renovador de la poesía en inglés, a la que aporta versatilidad, lenguaje coloquial y estilo "mandarín", perplejidad y certeza, naturaleza y reflexión urbana.

21 enero, 2009

Prólogo de "CARMEN Y LOS ÁNGELES"


Hay versos que se gestan en las bibliotecas, entre aburridas clases de Literatura y almuerzos vespertinos o en la monotonía de una inexcusable jornada laboral completa. Son, por lo general, disquisiciones teóricas envueltas en rígidas formas, cantos razonados que de antemano pretenden un objetivo para con el lector, intenciones trabajadas para un determinado fin literario. No se adivina una lucha al otro lado, una fuerza situada en un tiempo irremediable y en un espacio hostil, el latir de esa voz en el poema lírico con sus anhelos, pasiones y miserias.

Existe, sin embargo, otro tipo de poesía que se gesta detrás de los escenarios y de los viajes, de los besos de mujeres que impulsan a la búsqueda del fuego o en el profundo anhelo irremplazable de un ideal que huye. En ese sentido, bebe a partes iguales de los juglares y del condenado silencio que la existencia en ocasiones nos propina. Son poemas extraídos de las profundidades de la acción, de esos discretos pozos situados de forma inconsciente en cada movimiento de la voluntad y del deseo. Ese tipo de poesía electrizante y un tanto encriptada es la que aparece en “Carmen y los ángeles”, un conjunto de poemas hecho a sí mismo en la interiorización de un mundo personal que corresponde al de su propio autor.

Aquí encontramos la voz desencadenada de una existencia cuyas pulsiones se han ido erosionando por los acontecimientos de una realidad material insípida, obligado a refugiarse en un lirismo nostálgico y desenfrenado el tema central del amor en ocasiones correspondido no encuentra con todo puerto en lo esencial de su anhelo primigenio, una imposible vuelta a las raíces se convierte en la obsesión de una poesía que suena con reminiscencias del romanticismo más puro, hilando con un lenguaje elevado y cierto refinamiento formal poco usual hoy en día.

Carmen (y los ángeles) como icono de esa esencia virgen, raíz a la que aspira el poeta de forma permanente en su insaciable búsqueda que se extiende desde la pulsión sonora del rockabilly - siempre presente en la vida de nuestro autor- hasta la silenciosa criba de emociones desbocadas que aterrizan en esta singular obra.



José Antonio Pamies

16 enero, 2009

un poco de teoría antes de seguir

"En efecto, el historiador y el poeta no se diferencian por decir las cosas en verso o en prosa (pues sería posible versificar las obras de Heródoto, y no serían menos historia en verso que en prosa); la diferencia está en que uno dice lo que ha sucedido, y el otro, lo que podría suceder" Aristóteles

"Junto a la experiencia de la filosofia, la del arte representa el más claro imperativo de que la conciencia científica reconozca sus límites" Gadamer

"Todo en la obra es significante, susceptible de significar. El libro es un mundo y el crítico experimenta ante este mundo la misma sensación que el escritor ante el mundo real. La crítica es una lectura profunda, participa de la interpretación, pero lo que descubre en la obra no es un significado, sino solamente cadenas de símbolos, homologías de relaciones: el "sentido" de la obra no es finalmente más que una floración de los símbolos que constituyen la misma. La crítica únicamente toma conciencia de sus límites: no puede pretender ni descubrir una verdad, ni agotar los significados de la obra" Barthes

"La interpretación desarticula en piezas sueltas lo que en su sentido originario está enigmáticamente unido. El misterio que flota en toda manifestación lírica no puede ser jamás revelado por la interpretación. Pues lo que es único reviste tal grado de intimidad que permanece siempre inaccesible al espíritu dotado de la mayor sagacidad. Lo mismo que un rostro es siempre más elocuente que cualquier estudio fisiognómico, y un alma es siempre más profunda que todo intento de esclarecimiento psicológico" Emil Staiger

"Tal es la virtud de la poesía: revelar el ser de la existencia no como algo pensado en general, sino como algo que se ha vivido una única vez; no como una cosa en la que se medita abstractamente, sino como ser concretamente contemplado."
Pfeiffer

"Aunque la experiencia verbal es común a los poetas de todas las épocas, desde el romanticismo se convierte en lo que llamamos conciencia poética: una actitud que no conoció la tradición. La poesía moderna es inseparable de la crítica del lenguaje, que, a su vez, es la forma más radical y virulenta de la crítica de la realidad. El poema no tiene objeto o referencia exterior; la referencia de una palabra es otra palabra." Octavio Paz

"Actualmente estoy dispuesto a admitir... que la lírica antigua y la moderna... tienen, con todo, algo en común: el que, en ambos casos, la expectativa no se dirige al reconocimiento de una realidad representada y que se conoce o se ha vivido, sino a la manifestación de aquello que es diferente al mundo de nuestra experiencia cotidiana". Jauss


NEW CRITICISM

(algunos apuntes valiosos de esta corriente anglosajona)

Rechazo de la crítica contemporánea y la erudición histórica académica como fin último de la investigación literaria, concepción orgánica del poema (no hay una tajante separación entre forma y contenido), enfoque inmanente en el análisis (close reading) prescindiendo de los elementos exteriores (ilusiones de la crítica extrínseca)

4 ilusiones
de la crítica extrínseca de las que prescindir:

- ilusión genética, que confunde el poema con sus orígenes psicológicos en un autor, consiste en interesarse por el "querer decir" (intentional fallacy)
- la ilusión orientada a la comprensión de la psicología del lector en el proceso receptor (affective fallacy)
- la ilusión de la expresividad de la forma, que piensa en una dependencia mimética del poema respecto de un objeto o una experiencia, que sería reflejada en la forma del poema.
-por último, es ilusorio también pensar en el poema como cauce para la transmisión de una doctrina (fallacy of communication)

Actitud común:

"El poema significaba lo que significaba, independientemente de las intenciones del poeta y de los sentimientos subjetivos que suscite en el lector"